Sin quererlo evitar volvía obsesivo, una y otra vez, a ese lugar, como la lengua a una muela herida. Sabía que algún día gestionaría su enfermedad y su fin enfrentándose sólo con los acantilados y el agua. con la luz del sol o de las estrellas. Ninguna mano, ningún labio, ninguna mujer, sólo la naturaleza implacable.
ResponderEliminarTarde o temprano habremos de enfrentarnos a los 'acantilados'. Todos tenemos los nuestros.
Tendrá que ser en soledad ya que en estos asuntos, nadie es suficiente ayuda.
Cualquier final pudiera ser insospechado.
Magnífica foto. Estás en la cresta de la ola...
· un abrazo
· CR · & · LMA ·