En este prístino paisaje hizo su fugaz aparición el duende sudoroso y sucio de yeso blanco. Cuando sigiloso saqué la cámara de mi bolsa se ocultó detrás de un árbol. Sólo veía su sombra. Siempre sospeché que este personaje no saldría nunca de los misceláneos jardines de las urbanizaciones que rodean ya mi casa, con sus atrabiliarios vecinos metidos a hortelanos.
Lo vi, o lo soñé. Para mí fue un caso raro de palingenesia producida por el bosque.
ResponderEliminarUn post que haría las delicias de los miembro del "Frente de Liberación de los Enanitos de Jardín". Tu duende, ya adaptado a su medio natural, supo pasar desapercibido cuando oyó las seis pisadas que se le acercaban.
La foto es de extrema belleza... por eso tenemos que volver, siempre, a esos bosques mágicos.
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