Entraban a millares de este a oeste. Silenciosos como el humo llevaban una dirección definida y concreta. Nada podía detenerlos. Mi abesugados ojos no daban crédito a lo que estamos viendo y de las gargantas salieron gritos ahogados por la gran noche. Lo tantas veces anunciado se nos presentaba ahora y lo mirábamos incredulamente boquiabiertos, pálidos como el arroz.
A partir de este primer día del final del mundo nadie hacía caso de los relojes, ni las noches terminaban porque hubiera amanecido. Nos dábamos a agotar el vino, extenuar la carne, estar de regreso del placer antes de que la catástrofe anunciada acabara con una posibilidad de goce.
ResponderEliminarSorprendente foto, hasta parece un fotomontaje. Muy buena la perspectiva.
Me parece normal pasar de relojes, darse a los placeres del vino y dela carne.Supongo que alguno... a la oración
· Salud
· CR · & · LMA ·
Cuando la mente se perturba ante tanta luminaria se observa el reflejo del placer inconsciente.
ResponderEliminarQuisieras reflejar en tus ideales lo que la sociedad, al caer la noche, invita.
Ojalá, el supuesto fin, fuera así... :)))
·Saúde e Ceibedade
gracias por tu interesante comentario.......
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